martes, 18 de agosto de 2015

Sección: Ecomuseos en España - Spain Ecomuseums (IV)

Momentos estelares (España)

Para trazar una línea sobre la que basar un pensamiento hacia una Nueva Museología o Museología Social en España debemos intentar buscar aquellos momentos «estelares», o momentos preocupados, por potenciar la función social de los museos y alejarse de la idea de museo tradicional que nos ha llegado hasta hoy día.

¿Dónde empezar? Monografías como las de María Bolaños sobre la historia de los museos de España o Francisca Hernández sobre la historia de nuestro patrimonio, por citar solo dos personalidades de referencia, reflejan en la cronología de la historia de nuestros museos y del patrimonio en general algunas peculiaridades interesantes.

Una primera puerta que comenzó a desarmar los museos –y no solo en España– fue, por supuesto, el establecimiento de las colonias de ultramar. Al «buen gusto» que se estaba asentando durante el coleccionismo medieval, al valor estético como criterio de selección y a la creación del studiolo renacentistas, ese lugar privado de una determinada clase tan importante para el coleccionismo y el autodidactismo, comenzaron a llegar numerosos objetos que avivaron el ansia de conocimiento y, por qué no, la curiosidad (Bolaños, 2008: 46-47).

Es aquí cuando comienzan a destacar eruditos, personajes ilustres, artistas, eclesiásticos, etc., que inician un coleccionismo privado más interesado en la recuperación de bienes patrimoniales como memoria del pasado que como solo obras de arte. Per Afán de Ribera, el Duque de Villahermosa, Vicencio Juan de Lastanosa, Juan de Córdoba Centurión, o Juan Porcel, que hizo construir hacia 1585 un Arco Gigante en Antequera para instalar veintidós inscripciones romanas (Morán, 1986: 34).

El salto cualitativo en la Museología española  no empezaría darse hasta finales del siglo XVIII. El academicismo y el racionalismo Ilustrado aportaron un abanico de campos del conocimientos que comenzaron a tener sus respectivos reflejos en los diferentes tipos de museos. la arqueología la botánica, la ciencias naturales y, posteriormente, la antropología se asentaban no solo en las academias sino también en los museos. Carlos III proyecto el Madrid Ilustrado con una avenida de las ciencias, Francisco de Bruna se preocupaba por las ruinas de Itálica, Mariano Olivera, en 1790 proponía en la Explana de Barcelona levantar pedestales para salvaguardar el patrimonio.

Está claro que todas esas experiencias no suponen un museología desde abajo, comunitaria, pero en cierta medida si son ejemplos de un preocupación más amplia de cuáles deben ser las «inquietudes» de los museos y su razón de ser en la sociedades que se estaban fraguando.

El Museo de la Revolución –francesa– abrió una nueva puerta a la museología, la del museo público y educativo. España tuvo su primera tentativa con José Bonaparte y, la definitiva, con la creación del Museo del Prado. Pero más allá de lo que supuso esta creación, fueron los periodos liberales los que generaron el embrión de nuestra Museología Social. En 1835 comienza uno de los procesos desamortizadores más importantes que hemos tenido. En 1844 se crean las Comisiones de Monumentos Históricos y Artísticos. En 1867 el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, que acogía a los profesionales encargados oficialmente de gestionar y custodiar las colecciones y los museos. todo ello acabaría desembocando en la creación de los museos locales en 1913, una tradición que se había consolidado en nuestro territorio tras una constante dedicación de aquellos primeros antropólogos y etnógrafos, que comenzaron a estar más preocupado por lo endógeno que por lo exógeno. Como apuntara Xosé Carlos Sierra (1994), los museos artísticos o los arqueológicos eran en esencia históricos, pero el museo etnográfico se ocuparía de culturas contemporáneas, vivas y de sus elementos representativos. A la tradición coleccionista de obras de arte y objetos arqueológicos se sumaba la selección de objetos del terruño, de la historia viva.

No debemos olvidar que en el último cuarto del siglo XIX es cuando se comenzó a forjar nuestra tradición hacia el folclore y las primeras corrientes antropológicas. Antonio Machado y Álvarez, padre del poeta, y Federico Castro fundaron en 1871 la Sociedad Antropológica de Sevilla y, en 1881, la Sociedad del Folclore Español. En un breve lapso de tiempo nacieron la Sociedad del Folclore Andaluz (1882), la del Folclore Asturiano (1882), la del Folclore Castellano (1883), la del Folclore Gallego (1883), la del Folclore Riojano (1884) y la del Folclore Vasco-Navarro (1884); sin contar con movimientos como el de rexurximento, fuerismo o la renaixença. De estas tendencias quedan numerosas iniciativas museológicas que se preocuparon por rescatar la Memoria autóctona, como el Museo de Ripoll, y otras más «novedosas» como el Museo del Pueblo Español de Montjuich: un museo al aire libre levantado con ocasión de la Exposición Internacional de 1929. La iniciativa de Barcelona no fue la única, Julio Caro Baroja –director del Museo del Pueblo Español de Madrid en esos momentos– presentaría en los años cuarenta otro Proyecto para la Instalación al aire libre del Museo del Pueblo Español.

Otro momento de nuestra museología seguramente se encuentre en el desarrollo de los museos pedagógicos, influenciados por el krausismo y la figura de Bartolomé Cossio. Quizás, el exponente máximo, tras la inauguración del Museo Pedagógico Nacional (1882), esté en las Misiones Pedagógicas del periodo de la Segunda República como una forma global de acercar la cultura al pueblo e intentar fomentar un diálogo de aprendizaje bidireccional.

La Guerra Civil Española supuso un corte con las corrientes internacionales en todos los sentidos, no solo en el museológico y patrimonial. Mientras que en el resto de países, occidentales fundamentalmente y salvo algunas excepciones, la postguerra de la Segunda Guerra Mundial supuso un cambio de mentalidad, en el nuestro, en cambio, mantuvimos en un letargo «intelectual» y la vida de los museos quedó francamente ralentizada.



Con el fallecimiento del General Francisco Franco se abrió una nueva era para España. La transición hacia la democracia trajo consigo la descentralización administrativa y el Estado de las Autonomías. Los gobiernos regionales y locales comenzaron a tener mayores competencias en materia cultural y patrimonial, lo que nos llevó a un sentimiento de autarquía y revalorización autóctona que desemboco en numerosas políticas de museología territorial, local y, por supuesto, comunitaria. Y en este maremágnum una monografía que marcó el tempo de la teoría museológica, El Museo. Teoría, praxis y utopía (1979), de Aurora León, un estudio monográfico del museo y de la museología de marcada influencia marxista y muy cercano a las inquietudes museológicas a nivel internacional.

La Museología Social en España se está forjando en los museos locales de nuestro territorio principalmente y en aquellos museos «tradicionales» que han visto en los planteamientos de la Nueva Museología y una forma de afrontar este periodo de crisis y las necesidades de la sociedad. Pero ese, es otro capítulo.


Óscar Navajas Corral
Phd. Museología.


Fuentes:

BOLAÑOS, M. (2008): Historia de los Museos en España, Gijón: Trea.
HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, F. (2006a): Planteamientos teóricos de la museología, Gijón: Trea.

LEÓN, A. (2010): El Museo. Teoría, praxis y utopía, Madrid: Alianza.

No hay comentarios: