Momentos
estelares (España)
Para trazar una línea sobre la
que basar un pensamiento hacia una Nueva Museología o Museología Social en
España debemos intentar buscar aquellos momentos «estelares», o momentos
preocupados, por potenciar la función social de los museos y alejarse de la idea
de museo tradicional que nos ha llegado hasta hoy día.
¿Dónde empezar? Monografías como
las de María Bolaños sobre la historia de los museos de España o Francisca
Hernández sobre la historia de nuestro patrimonio, por citar solo dos
personalidades de referencia, reflejan en la cronología de la historia de
nuestros museos y del patrimonio en general algunas peculiaridades
interesantes.
Una primera puerta que comenzó a desarmar los
museos –y no solo en España– fue, por supuesto, el establecimiento de las
colonias de ultramar. Al «buen gusto»
que se estaba asentando durante el coleccionismo medieval, al valor estético
como criterio de selección y a la creación del studiolo renacentistas, ese
lugar privado de una determinada clase tan importante para el coleccionismo y
el autodidactismo, comenzaron a llegar numerosos objetos que avivaron el ansia
de conocimiento y, por qué no, la curiosidad (Bolaños, 2008: 46-47).
Es aquí cuando
comienzan a destacar eruditos, personajes ilustres, artistas,
eclesiásticos, etc., que inician un coleccionismo privado más interesado en la
recuperación de bienes patrimoniales como memoria del pasado que como solo
obras de arte. Per Afán de Ribera, el Duque de Villahermosa, Vicencio
Juan de Lastanosa, Juan de Córdoba Centurión, o Juan Porcel, que hizo construir
hacia 1585 un Arco Gigante en Antequera para instalar veintidós inscripciones
romanas (Morán, 1986: 34).
El salto cualitativo en la Museología española no empezaría darse hasta finales del siglo
XVIII. El academicismo y el racionalismo Ilustrado aportaron un abanico de
campos del conocimientos que comenzaron a tener sus respectivos reflejos en los
diferentes tipos de museos. la arqueología la botánica, la ciencias naturales
y, posteriormente, la antropología se asentaban no solo en las academias sino
también en los museos. Carlos III proyecto el Madrid Ilustrado con una avenida
de las ciencias, Francisco de Bruna se preocupaba por las ruinas de Itálica, Mariano
Olivera, en 1790 proponía en la Explana de Barcelona levantar pedestales para
salvaguardar el patrimonio.
Está claro que todas esas experiencias no
suponen un museología desde abajo, comunitaria, pero en cierta medida si son
ejemplos de un preocupación más amplia de cuáles deben ser las «inquietudes» de
los museos y su razón de ser en la sociedades que se estaban fraguando.
El Museo de la Revolución –francesa– abrió una
nueva puerta a la museología, la del museo público y educativo. España tuvo su
primera tentativa con José Bonaparte y, la definitiva, con la creación del
Museo del Prado. Pero más allá de lo que supuso esta creación, fueron los
periodos liberales los que generaron el embrión de nuestra Museología Social.
En 1835 comienza uno de los procesos desamortizadores más importantes que hemos
tenido. En 1844 se crean las Comisiones de Monumentos Históricos y Artísticos.
En 1867 el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, que acogía a los
profesionales encargados oficialmente de gestionar y custodiar las colecciones
y los museos. todo ello acabaría desembocando en la creación de los museos
locales en 1913, una tradición que se había consolidado en nuestro territorio
tras una constante dedicación de aquellos primeros antropólogos y etnógrafos,
que comenzaron a estar más preocupado por lo endógeno que por lo exógeno. Como
apuntara Xosé Carlos Sierra (1994), los museos artísticos o los arqueológicos
eran en esencia históricos, pero el museo etnográfico se ocuparía de culturas
contemporáneas, vivas y de sus elementos representativos. A la tradición
coleccionista de obras de arte y objetos arqueológicos se sumaba la selección
de objetos del terruño, de la historia viva.
No debemos olvidar que en el último cuarto del
siglo XIX es cuando se comenzó a forjar nuestra tradición hacia el folclore y
las primeras corrientes antropológicas. Antonio Machado y Álvarez, padre del poeta,
y Federico Castro fundaron en 1871 la Sociedad Antropológica de Sevilla y, en
1881, la Sociedad del Folclore Español. En un breve lapso de tiempo nacieron la
Sociedad del Folclore Andaluz (1882), la del Folclore Asturiano (1882), la del
Folclore Castellano (1883), la del Folclore Gallego (1883), la del Folclore
Riojano (1884) y la del Folclore Vasco-Navarro (1884); sin contar con
movimientos como el de rexurximento, fuerismo o la renaixença. De estas
tendencias quedan numerosas iniciativas museológicas que se preocuparon por
rescatar la Memoria autóctona, como el Museo de Ripoll, y otras más «novedosas»
como el Museo del Pueblo Español de Montjuich: un museo al aire libre levantado
con ocasión de la Exposición Internacional de 1929. La iniciativa de Barcelona
no fue la única, Julio Caro Baroja –director del Museo del Pueblo Español
de Madrid en esos momentos– presentaría
en los años cuarenta otro Proyecto para la Instalación al aire libre
del Museo del Pueblo Español.
Otro momento de nuestra museología seguramente
se encuentre en el desarrollo de los museos pedagógicos, influenciados por el
krausismo y la figura de Bartolomé Cossio. Quizás, el exponente máximo, tras la
inauguración del Museo Pedagógico Nacional (1882), esté en las
Misiones Pedagógicas del periodo de la Segunda República como una forma global
de acercar la cultura al pueblo e intentar fomentar un diálogo de aprendizaje
bidireccional.
La Guerra Civil Española supuso un corte con las
corrientes internacionales en todos los sentidos, no solo en el museológico y
patrimonial. Mientras que en el resto de países, occidentales fundamentalmente
y salvo algunas excepciones, la postguerra de la Segunda Guerra Mundial supuso
un cambio de mentalidad, en el nuestro, en cambio, mantuvimos en un letargo «intelectual» y la vida de los museos quedó francamente ralentizada.
Con el fallecimiento del General Francisco
Franco se abrió una nueva era para España. La transición hacia la democracia
trajo consigo la descentralización administrativa y el Estado de las Autonomías.
Los gobiernos regionales y locales comenzaron a tener mayores competencias en
materia cultural y patrimonial, lo que nos llevó a un sentimiento de autarquía
y revalorización autóctona que desemboco en numerosas políticas de museología
territorial, local y, por supuesto, comunitaria. Y en este maremágnum una
monografía que marcó el tempo de la
teoría museológica, El Museo. Teoría, praxis y utopía (1979), de Aurora
León, un estudio monográfico del museo y de la museología de marcada influencia
marxista y muy cercano a las inquietudes museológicas a nivel internacional.
La Museología Social en
España se está forjando en los museos locales de nuestro territorio
principalmente y en aquellos museos «tradicionales» que han visto en los planteamientos de la Nueva Museología y una forma de afrontar este periodo de crisis y las necesidades de la sociedad. Pero ese, es otro capítulo.
Óscar Navajas Corral
Phd. Museología.
Fuentes:
BOLAÑOS, M. (2008): Historia de
los Museos en España, Gijón: Trea.
HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, F. (2006a): Planteamientos
teóricos de la museología, Gijón:
Trea.
LEÓN, A. (2010): El Museo. Teoría,
praxis y utopía, Madrid: Alianza.
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