martes, 6 de octubre de 2015

El Museo entre Zeus, Mnemosine y Oz

«Toto, I've a feeling we're not in Kansas any more… We must be over the rainbow! Now I... I know we're not in Kansas!»


Siempre que escucho esta frase de El Mago de Oz me viene a la mente el momento en el que entras en un museo. Y no porque los museos se hayan convertido en algunos casos en una especie de parques de atracciones, centros comerciales, o la Meca para un turismo de masas; sino porque la Institución representa ese lugar ignoto y al mismo tiempo cercano. Haciendo un parangón es como Oz para Dorothy, el lugar para escapar de su entorno pero que al mismo tiempo despierta las ganas de volver al hogar.


«No hay lugar como el hogar».

Lo interesante del museo es que es un espacio de descontextualización que en apariencia puede mostrarse frió y distante, pero que lo que conserva y nos enseña no es otra cosa que a nosotros mismos, nuestra Memoria.

El museo es una reivindicación de cambio que apela a la estandarización. Dentro de su propia razón de ser está la inmovilidad y la mutación constante. Debe mantenerse impertérrito y al mismo tiempo permanecer en continuo contacto y conexión con la sociedad, evolucionar con ella y, para utópicos como yo, ayudarla y guiarla.




«Te atreves a criticar a gran Oz?

El museo nos legitimiza y nos inmortaliza en una realidad fingida por siglos de dominación del pensamiento occidental y por vitrinas que petrifican la mirada en la belleza del pasado. Nos hace entender que el ser humano es tan ínfimo como eterna la Condición Humana.

Durante demasiadas décadas olvidamos que la importancia del museo no estaba en que fuese la morada de la Musas, sino en su madre, Mnemosine. Nos empeñamos en mimar a las deidades de las ciencias y las artes para conservar su «carácter» inmutable, cuando el cometido era escuchar a su progenitora.

En algún momento incluso podrías pensar que se hizo de esa forma como un acto de rebelión, Zeus, su padre, encarna el Poder (político) y Mnemosine la calma y quietud; ambos se podrían considerar el inmovilismo, lo rancio y la falta de libertad. Quisimos guiarnos por «adolescentes» revoltosas que encarnaban la voluntad del cambio. Se nos olvidó que llegado un momento hay que consultar a todas las voces.

Por suerte, el museo se encuentra casi en un momento de equilibrio entre ambos estamentos. Por supuesto, en la Museología Social, seguimos dejándonos acariciar por la Memoria que se desprende de cada sociedad, sujetando el Trueno con lazos de democracia y realizando escaramuzas juveniles para mantener el espíritu de reflexión crítica alerta.


Óscar Navajas Corral

PhD. Museology.

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