«Toto, I've a feeling
we're not in Kansas any more… We must be over the rainbow! Now I... I know
we're not in Kansas!»
Siempre que escucho esta frase de El
Mago de Oz me viene a la mente el momento en el que entras en un museo. Y no
porque los museos se hayan convertido en algunos casos en una especie de
parques de atracciones, centros comerciales, o la Meca para un turismo de
masas; sino porque la Institución representa ese lugar ignoto y al mismo tiempo
cercano. Haciendo un parangón es como Oz para Dorothy, el lugar para escapar de
su entorno pero que al mismo tiempo despierta las ganas de volver al hogar.
«No hay lugar como
el hogar».
Lo interesante del museo es que es un
espacio de descontextualización que en apariencia puede mostrarse frió y
distante, pero que lo que conserva y nos enseña no es otra cosa que a nosotros
mismos, nuestra Memoria.
El museo es una reivindicación de
cambio que apela a la estandarización. Dentro de su propia razón de ser está la
inmovilidad y la mutación constante. Debe mantenerse impertérrito y al mismo
tiempo permanecer en continuo contacto y conexión con la sociedad, evolucionar
con ella y, para utópicos como yo, ayudarla y guiarla.
«Te atreves a criticar a gran Oz?
El museo nos legitimiza y nos
inmortaliza en una realidad fingida por siglos de dominación del pensamiento
occidental y por vitrinas que petrifican la mirada en la belleza del pasado.
Nos hace entender que el ser humano es tan ínfimo como eterna la Condición
Humana.
Durante demasiadas décadas olvidamos
que la importancia del museo no estaba en que fuese la morada de la Musas, sino
en su madre, Mnemosine. Nos empeñamos en mimar a las deidades de las ciencias y
las artes para conservar su «carácter» inmutable, cuando el cometido era
escuchar a su progenitora.
En algún momento incluso podrías pensar
que se hizo de esa forma como un acto de rebelión, Zeus, su padre, encarna el
Poder (político) y Mnemosine la calma y quietud; ambos se podrían considerar el
inmovilismo, lo rancio y la falta de libertad. Quisimos guiarnos por
«adolescentes» revoltosas que encarnaban la voluntad del cambio. Se nos olvidó
que llegado un momento hay que consultar a todas las voces.
Por suerte, el museo se encuentra casi
en un momento de equilibrio entre ambos estamentos. Por supuesto, en la
Museología Social, seguimos dejándonos acariciar por la Memoria que se
desprende de cada sociedad, sujetando el Trueno con lazos de democracia y
realizando escaramuzas juveniles para mantener el espíritu de reflexión crítica
alerta.
Óscar Navajas Corral
PhD. Museology.
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