Ecomuseums need a international network to share knowledge and experiences. Maybe a network into the MINOM.
El ecomuseo, ese inventó francés
que se expandió de forma increíble en los años ochenta y noventa del pasado
siglo. Esta expansión al principio estuvo limitada a los países de influencia
cercana: Italia, España, Portugal, Canadá (por la parte francófona) y algunos
países del Este de Europa. Poco a poco el ecomuseo o el nombre –no voy a entrar
aquí en debates sobre si realmente son o no «ecomuseos»– continuó su expansión
por Asia, Próximo Oriente y por Centro y Suramérica.
Los estudios sobre ecomuseos se
han centrado en la mayoría de los casos en la teoría; en el propio fenómeno,
haciendo hincapié en las experiencias más emblemáticas como Creusot o
Haute-Beauce; o en algunas monografías específicas dedicadas a países
concretos: en Portugal Mercedes Stoffel o Mario Moutinho, en Italia Maurizio
Maggi, en España el que suscribe, etc.; pero aún continúan echándose de menos
estudios globales de lo que está suponiendo el fenómeno que, lejos de
desaparecer tras su boom de los años
noventa, continúa expandiéndose y curiosamente en por dos vías. Por un lado, en
países con una tradición museológica asentada comienzan o relanzan los
ecomuseos, como es el propio caso español. Por otro lado, por los lugares más
recónditos que se pudiera llegar a imaginar, sobre todo, y lo más interesante,
en regiones con una interesante participación comunitaria.
Es cierto que profesionales como Peter
Davis, Gerard Corsane, Kazuoki Ohara, entre otros, están
trabajando en el asesoramiento y la difusión de los ecomuseos, fundamentalmente
más allá de los países donde se implantaban «tradicionalmente». Me dejo fuera
de estas líneas a personas tan importante como Hugues de Varine-Bohan, Mario
Chagas, Raúl Méndez y un largo etcétera, no porque piense que su trabajo pueda
ser inferior o no con el suficiente impacto, ni por asomo, sino porque los
profesionales de arriba, quizás simplemente por publicar en inglés (nos guste o
no), son los que están causando una mayor repercusión en esa nueva oleada de
países que ven en los ecomuseos una forma de desarrollo comunitario: Turquía,
Mongolia, China, Corea, etc. Pero, y volviendo al tema, sigue existiendo la
carencia de aglutinar experiencias, compartir conocimientos, investigar cada
iniciativa, analizarla y difundirla.
En Italia se va a crear en breve
una Red Nacional de Ecomuseos; en Japón existe una asociación de ecomuseos, en Brasil también, además que estos últimos realizan desde
finales del siglo XX un encuentro internacional de Ecomuseos; en países
como Brasil o México donde existente figuras paralelas a los ecomuseos, como
los Museo de las Favelas (Puntos de Memoria) o los Museos Comunitarios
respectivamente, existente profesionales que han puesto en marcha ecomuseos
comunitarios, como el Ecomuseo de Amazonia de Belem o el Ecomuseo en Nayarit; etc. No obstante, la desconexión en este panorama es evidente.
Existe el Movimiento Internacional para una Nueva Museología (MINOM), pero
no todos conocen o aceptan esta organización asociada al Consejo Internacional
de Museos (ICOM-UNESCO), que ha evolucionado pero que para muchos continúa
poseyendo parámetros anquilosados en las décadas de los años setenta y ochenta
del pasado siglo. A esto se suma, las diferencias lingüísticas y las «guerras»
académicas y metodológicas que aún siguen vigentes entre el sistema anglosajón
y…, el resto.
La Ponte-Ecomuséu (Asturias-España)
¿Barreras insalvables? Ni por
asomo. Una nueva ornada de profesionales está (estamos) entrando en el panorama
ecomuseológico internacional con nuevas inquietudes y, lo principal, con una
mentalidad de compartir en lo global el trabajo local. Más importante aún,
todos están (estamos) viendo que nos unen objetivos comunes, independientemente
del país en el que trabajemos, y que las diferencias únicamente son escollos
que se superan con voluntad y una red de trabajo conjunta.
Óscar Navajas Corral
PhD. Museology
No hay comentarios:
Publicar un comentario