Hace unas semanas el ICOM-España organizó
su encuentro anual. Este año estuvo dedicado a la definición del profesional
del museo, el museólogo, y su campo de conocimiento, la Museología.
Lo más interesante del encuentro no fue
volver a reflexión sobre ese ser humano que orquesta dentro de un museo, que
sirve para todo, que otorga la misma importancia para un servicio la calidad
cuidar las instalaciones como dirigirlas, y que entiende que su labor cumple
una función social de primer orden. La importancia del encuentro estuvo en
plantear –abiertamente– cuál es la situación de nuestras instituciones
museísticas, la situación de sus profesionales y el futuro que les depara.
En un magnífico post de Elena Vozmediano, «Obra y servicio. El empleo cultural», quien
participó en una de la mesas redondas del Encuentro, está condensado la
situación a la que nos enfrentamos. Todas las demandas, situaciones y
«horrores» que aparecen en las reflexiones de
Vozmediano, y algunas más, se volvieron a exponer el pasado …., de junio. Lo
que nos queda es aportar soluciones.
La nueva directiva del ICOM-España se
está poniendo a trabajar en estos temas, luchando contra la precariedad laboral
y por construir equipos estable en nuestros museos. por su parte, nuestro
Gobierno, ha aprobado la nueva oferta de empleo público, donde hay
treinta plazas para el Cuerpo Facultativo de Conservadores de Museos. Una gran
noticia, electoralista no cabe la menor duda.
Tenemos una red de infraestructuras
culturales (museos, centros de arte, centro de interpretación, etc.) que
demandan profesionales cualificados. Por suerte también tenemos profesionales
cualificados y los que se siguen formando. Únicamente falta romper un sistema
heredado desde mediados de los años noventa, cuando se pensaba, con razón o sin
ella, que la externalización de servicios eran las soluciones para aliviar
costes y para agilizar procesos. El problema es hacer una regla de casos
puntuales. Seguramente no sea necesario tener personal fijo para determinados
proyectos, pero no puede concebirse que una institución como un museo se trate como
un proyecto cortoplacista.
Después de una década de bonanza y casi
otra de crisis, continuamos sin entender que la gestión cultural no se trata de
una labor de intentar ahorrar costes. La gestión de la cultura es la forma de
hacer accesible socialmente las manifestaciones pretéritas y contemporáneas de
la creación humana. Cualquier gasto que se haga en ella siempre retorna social,
cultural y económicamente.
Las grandes cifras de visitantes únicamente
justifican las memorias anuales de las instituciones y sirven, a los grandes
museos por supuesto, para posicionarse en los circuitos turísticos. Pero la
cultura no es la que se visita a golpe de cámara y en un tiempo record, sino
que es la que hemos producido y la que producimos y vivimos día a día como
individuos y como sociedad. Cuando dejemos de ver la cultura –y los museos–
como una Industria conseguiremos que sea rentable.
Óscar Navajas Corral.
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