domingo, 21 de junio de 2015

De profesión: Museólogo.

Hace unas semanas el ICOM-España organizó su encuentro anual. Este año estuvo dedicado a la definición del profesional del museo, el museólogo, y su campo de conocimiento, la Museología.

Lo más interesante del encuentro no fue volver a reflexión sobre ese ser humano que orquesta dentro de un museo, que sirve para todo, que otorga la misma importancia para un servicio la calidad cuidar las instalaciones como dirigirlas, y que entiende que su labor cumple una función social de primer orden. La importancia del encuentro estuvo en plantear –abiertamente– cuál es la situación de nuestras instituciones museísticas, la situación de sus profesionales y el futuro que les depara.

En un magnífico post de Elena Vozmediano, «Obra y servicio. El empleo cultural», quien participó en una de la mesas redondas del Encuentro, está condensado la situación a la que nos enfrentamos. Todas las demandas, situaciones y «horrores» que aparecen en las reflexiones de Vozmediano, y algunas más, se volvieron a exponer el pasado …., de junio. Lo que nos queda es aportar soluciones.

La nueva directiva del ICOM-España se está poniendo a trabajar en estos temas, luchando contra la precariedad laboral y por construir equipos estable en nuestros museos. por su parte, nuestro Gobierno, ha aprobado la nueva oferta de empleo público, donde hay treinta plazas para el Cuerpo Facultativo de Conservadores de Museos. Una gran noticia, electoralista no cabe la menor duda.

Tenemos una red de infraestructuras culturales (museos, centros de arte, centro de interpretación, etc.) que demandan profesionales cualificados. Por suerte también tenemos profesionales cualificados y los que se siguen formando. Únicamente falta romper un sistema heredado desde mediados de los años noventa, cuando se pensaba, con razón o sin ella, que la externalización de servicios eran las soluciones para aliviar costes y para agilizar procesos. El problema es hacer una regla de casos puntuales. Seguramente no sea necesario tener personal fijo para determinados proyectos, pero no puede concebirse que una institución como un museo se trate como un proyecto cortoplacista.

Después de una década de bonanza y casi otra de crisis, continuamos sin entender que la gestión cultural no se trata de una labor de intentar ahorrar costes. La gestión de la cultura es la forma de hacer accesible socialmente las manifestaciones pretéritas y contemporáneas de la creación humana. Cualquier gasto que se haga en ella siempre retorna social, cultural y económicamente.


Las grandes cifras de visitantes únicamente justifican las memorias anuales de las instituciones y sirven, a los grandes museos por supuesto, para posicionarse en los circuitos turísticos. Pero la cultura no es la que se visita a golpe de cámara y en un tiempo record, sino que es la que hemos producido y la que producimos y vivimos día a día como individuos y como sociedad. Cuando dejemos de ver la cultura –y los museos– como una Industria conseguiremos que sea rentable.

Óscar Navajas Corral.

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