lunes, 21 de abril de 2014

La procesión del visitante


Finaliza la Semana Santa y con ella las Procesiones religiosas. Pero las “procesiones” turísticas se han prolongado hasta la extenuación de estos días de liturgia. El recién re-inaugurado Museo Arqueológico Nacional (MAN) ha hecho gala de la segunda acepción que otorga la Academia de la Lengua al término procesión: «Acto de ir ordenadamente de un lugar a otro muchas personas con algún fin público y solemne, por lo común religioso».


La reapertura del Museo nos ha dejado una estampa diaria que pocas veces –por no decir ninguna– se ha visto en las puertas de esta institución: una multitud de visitantes esperan impacientes su turno para entrar a las remodeladas salas del vetusto templo de la cultura, el saber y la socialización. Minutos de espera, en orden, para consumir uno de los museos más emblemáticos que poseemos, antaño olvidado por el público debido a su rancia solemnidad y que, tras su “transformación”, se inserta en el circuito cultura y turístico de la heterotopía urbana.




[caption id="attachment_180" align="aligncenter" width="300"]Fuente: Óscar Navajas Corral Fuente: Óscar Navajas Corral[/caption]

El MAN no ha hecho más que sumarse a la corriente museológica contemporánea de los museos estrella. Las mismas filas de visitantes esperando expectantes las vimos hace no mucho tiempo con la apertura del Guggenheim o con la inauguración de la ampliación del Museo del Prado. Lo nuevo, lo novedosos –lo gratis–, lo nostálgico, etc., vuelven a ser reclamos para el visitante. Pero como nos recuerda Estrella de Diego:  «Lo cierto es que el turismo está cambiando y no para mejor, se diría. Y no porque se haya popularizado, que eso sería positivo en principio, sino porque la masificación evidente no ha traído consigo una mayor curiosidad» (2014: 38).


El camino recorrido por el verdadero protagonista de la postmodernidad, el turista –todos somos turistas (MacCannell, 2003)–, sigue entrecortado por los mismos bancos de niebla: la de querer consumir sin analizar, la de buscar la autenticidad en la diferencias, y la de fugacidad de la imagen y la estampa que supone decir «yo estuve allí».

 

Óscar Navajas Corral

Prof. Dpto. Turismo

Nebrija Universidad

 

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