Con el relax vacacional y la ampliación de las horas de luz lo más normal, en las latitudes desde las que escribo, es poder ver transcurrir las tardes de sofocante calor desde un lugar en el que tomar un refrigerio y mantener una conversación sobre la coyuntura económica, política, cultural actual, o, simplemente sobre las inquietudes intranscendentes de la vida rutinaria.
Los espacios para pasar estos momentos se encuentran en las “terrazas” que no solo dispensan un agradable descanso al usuario sino que llegan de “vida” calles, plazas y parques. Estas “terracitas” ahora también llegan a los espacios sociales como son los museos. Cualquier museo en la actualidad, llámese TATE o Thyssen por poner algún ejemplo, cuentan con una terraza.
El Museo Reina Sofía ya se había adherido hace unos años a esta idea de fusionar la cultura del conocimiento (entretenimiento) con la cultura social del picoteo. Pero este verano el museo amplía su oferta abriendo una nueva terraza y alargando sus horarios hasta la madrugada. El Reina Sofía con esta iniciativa, a pesar de poder ser juzgado de oportunista por ofrecer servicios de moda para el turista proporcionando con ello un aumento de público en sus instalaciones ―aunque debemos recordar que el verano no es la temperad alta de la capital―, debemos también pensar que este tipo de medidas hacen de una institución como el Museo, en muchas ocasiones vista a ojos del público general como un almacén de conocimientos (materiales) poco comprensibles, un espacio cercano y actual, un espacio social cuyo contenido, por muy antiguo que este sea, es un reflejo de lo que somos en el presente.
Más información en:
http://www.lavanguardia.com/20110803/54194730728/el-museo-reina-sofia-inaugura-nueva-terraza.html
Por
Óscar Navajas Corral
Prof. Turismo
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