sábado, 18 de julio de 2015

Y los museos, for whom?

The museums still (...) should replace the quality of the visit and the "battles" by the number of visitors, the quality of the message conveyed, the sense of belonging  and synergies that they can generate to be a useful to help resolve the problems and needs of society through the legacy that they safeguard.

Y los museos y las nuevas tecnologías. Y los museos y el turismo. Y los museos y sus públicos. Hace una semana aparecía un artículo en El Mundo que informaba sobre la iniciativa que la Pinacoteca más importante de España y la empresa tecnológica Samsung habían presentado para difundir el patrimonio del Museo. Se trata de una aplicación que permite «crear una postal digital con una de las cincuenta obras maestras de la gran pinacoteca española e integrar en ella a una persona o un grupo».

La aplicación funciona como un Photo Call, en el que el usuario selecciona una de las obras favoritas entre las cincuenta que el propio museo ha seleccionado previamente, se visualiza en el móvil, se coloca a la persona o personas que se desea que aparezcan y después de realizada la foto se puede guardar, compartir en las redes sociales o enviar. Photo Prado ha sido desarrollada por la compañía Forma Animada, una empresa afincada en Sevilla especializada en proyectos de animación digital.

El pasado 10 de julio aparecía en el diario ABC el titular: Ningún museo español está entre los veinte más visitados del mundo. Nuestros museos, los «grandes de España» por supuesto, no han entrado en un ranking que sigue liderado por museo de fama mundial como el Muséedu Louvre (9 millones de visitantes) o el British Museum (6 millones). Los datos están extraído del informe Theme Index 2014, elaborado por Themed Entertainment y AECOM. En este informe es interesante que la mayoría de estos museos tienen su porcentajes de visitantes más altos en el público internacional, mientras que los visitantes del entorno de esos museos, quitando escolares y público cautivo, continúan descendiendo. También es destacable el incremento de museos asiáticos que se están incorporando a estas listas de museos. Sin ir más lejos el Museo Nacional de China se encuentra en el segundo puesto de la lista con siete millones de visitantes al año.

Estas mínimas pinceladas apuntadas de estos dos artículos sirven para reflejar un panorama en el que los museos hacen esfuerzos por difundir su contenido y aplicar las nuevas tecnologías; y manifiesta el posicionamiento que continúan teniendo como piezas claves para el turismo cultural. Al mismo tiempo, reabre viejos debates sobre el para quién están destinados los museos y quién los está utilizando. Siempre podemos volver a recurrir la tantas veces repetidos veces sentencia de Georges Henri Rivière:

«El éxito de un museo no se mide por el número de visitantes que recibe, sino por el número a los que ha enseñado alguna cosa. No se mide por el número de objetos que expone, sino por el número de objetos que los visitantes han logrado aprehender en su entorno humano. No se mide por su extensión, sino por la cantidad de espacio que el público puede de manera razonable recorrer en aras de un verdadero aprovechamiento. Eso es el museo. Si no, no es más que una especie de “matadero cultural”, del que se sale reducido en forma de salchichón» (La Museología, G. H. Rivière: 1989, 9).


«Salchichones» que entran y salen de forma ordenada de los museos, con sensación de satisfacción o de incógnita por la experiencia adquirida, pagada, que no dura más de lo que su memoria a corto plazo sea capaz de retener en su perfil de Facebook o Instagram.


Los museos aún tienen una asignatura pendiente con su razón de ser, con el punto aristotélico entre la Industria Cultural y la función social que llevan intrínseca. Deben sustituir la calidad de la visita y las «batallas» por las cifras de visitantes, por el calidad del mensaje que transmiten, el sentido de pertenencia que trasladan y las acciones y sinergias que son capaces de generar para ser un útil que ayude a resolver los problemas y las necesidades de la sociedad por medio del legado que salvaguarda.


Óscar Navajas Corral.
Profesor y Museólogo.

viernes, 17 de julio de 2015

Ahora que se acerca la fecha tan señalada para la historia de un país y de la humanidad recupero este artículo que apareció en el Boletín de la Asociación para la Interpretación del Patrimonio nº 23.

Thinking


Desde que Freeman Tilden dejase plasmada la necesidad de transmitir y comprender el sentido del lugar que habitamos o visitamos en 1957; desde que en 1967 un barrio de Washington decidiera que la mejor forma para solucionar sus problemas y hacer frente a sus necesidades futuras era mediante el trabajo con la Memoria, la Comunidad y el Patrimonio; desde que en la Mesa Redonda de Santiago de Chile de 1972 se tomase la decisión firme por la que el Patrimonio era un herramienta imprescindible para el cambio y el desarrollo integral de las sociedades. Desde aquellos años los museos cambiaron –o deberían haberlo hecho–: de ser instituciones centradas en unas colecciones de bienes, se han convertido en espacios para el diálogo social cuyo objetivo es el sujeto y no el objeto.
Ha costado dos siglo de historia la institución museal y casi los mismos años de estudio e investigación de la disciplina para darnos cuenta que los bienes, artefactos, objetos, obras, reliquias, cachivaches o esas cosas que coleccionamos son esencias que contienen historias, sentimientos, emociones, pensamientos, ideologías, creencias o espiritualidades. Dos siglos para darnos cuenta de que esos “objetos” son medios para transmitir mensajes de un espacio y un tiempo. Dos siglos para entender que el sujeto, individual y colectivo, creador del bien y de la intangibilidad intrínseca del mismo, de su valor patrimonial, son el verdadero foco de trabajo para los profesionales de la museología y de la interpretación del patrimonio.
Hiroshima y Nagasaki poseen sendos museos que se manifiestan como ejemplos de esta funcionalidad del museo y de la misión comunicadora del objeto patrimonial, en la que prima la conservación de un mensaje por encima de la de los objetos. Nos estamos refiriendo al Hiroshima Memorial Museum y al Atomic Bomb Museum de Nagasaki. Museos que muestran un patrimonio intangible por medio de la documentación gráfica, las recreaciones, dioramas, reproducciones, objetos originales y testimonios.
Como en casi cualquier museo, uno sabe a qué entra, pero en contadas ocasiones sabe con qué sale. Cuando visitamos un museo de bellas artes sabemos que entramos fundamentalmente a deleitar nuestros sentidos pero es posible que al salir salgamos con los sentidos en el mismo estado que al entrar, con alguno de ellos extasiado o con el recuerdo de la tienda del museo. En los museos de Hiroshima y Nagasaki uno sabe que entra a ver una desgracia, un horror, y cree que saldrá sabiendo que ha visto una desgracia pero siempre queda la incertidumbre de saber cuál es el mensaje que puede o debe transmitir un museo de este tipo para las generaciones futuras; o cómo debe transmitirse un hecho histórico puntual, pero que supuso un antes y un después para dos ciudades, para un país, para el mundo.
Hiroshima y Nagasaki. 6 de agosto de 1945 y 9 de agosto de 1945. 8:15 y 11:02 horas de la mañana. En décimas de segundo el hipocentro. En treinta segundos nada, no quedaba nada. Este es el hecho que deben conservar dos museos que han sido creados para explicar la explosión de las primaras bombas atómicas sobre población civil. ¿Cuál es el mensaje que debe calar en el visitante?
La entrada a ambos museos es bastante similar. Los dos hacen una breve historia al lugar, desde que empezó a ser poblado, hasta el momento concreto. Los dos utilizan la metáfora del reloj, la hora fatídica, el momento. Un imprevisto en las vidas cotidianas de dos comunidades. En el museo de Hiroshima un gran panel con un reloj y con un escrito donde dice: “Una libélula revoloteaba delante de mí y se detuvo en una valla. Me levanté, cogí mi gorra en las manos, y estaba a punto de capturarla cuando...” Al lado una vitrina con un reloj que se detuvo justo a las 8:15 a.m. En el Museo de Nagasaki esta metáfora es más sutil, más onírica, simplemente un sonido, tic-tac, se escucha mientras se accede por un pasillo en semipenumbra a la exposición.
Los dos museos poseen características similares en su puesta en escena museográfica. Paneles bilingües japonés-inglés, dípticos informativos en la entrada en varios idiomas: japonés, coreano, inglés, francés, y alemán, así como audioguías en veintisiete idiomas. Las dos instituciones recrean construcciones y escenas del momento posterior a la explosión; recursos interactivos, fotografías, documentos, objetos y testimonios de supervivientes o familiares. En lo que distan es en la forma de plantear el mensaje final en cada museo.
El museo de Hiroshima se divide en dos partes, el Edificio Este y el Edificio Principal. La primera planta del Edificio Este comienza con una pared elíptica colmatada de carteles que explican la historia de Hiroshima desde la época Meiji hasta el momento de la explosión. Poco más de 30 metros para cerca de 30 paneles explicativos. Tantos carteles y tres siglos de historia. El resto del museo está dedicado íntegramente al momento de la explosión de la bomba atómica, desde el diseño de la misma hasta el bombardeo de la ciudad. Podría parecer lógico que un Memorial Museum fuese de estas características, pero cuando uno observa la oferta de instituciones dedicadas a presentar historia, cultura, arte, folclore, etc., observa que no existe ningún museo dedicado a la Historia de Hiroshima o de la prefectura[1]. El único especializado en estos temas es este Memorial Museum. Poco más de 30 metros, me repito, pero ahora en pregunta, ¿para entender que Hiroshima tuvo un antes? Pero lo importante es un día.
En las siguientes salas del Edificio Este del museo de Hiroshima se puede comprender con bastante claridad y linealidad la historia del suceso, la fabricación del momento por la situación bélica que vivía Japón y el mundo entero. En el Edifico Principal se muestra lo que sufrió la ciudad de Hiroshima: la devastación, la desolación, la destrucción, la radiación y las consecuencias traumáticas que han perdurado durante décadas.
Quizá ése sea uno de los mensajes con los que se sale del museo: la crueldad del ser humano con el propio ser humano; o la enajenación transitoria de valores humanos que nos lleva a realizar estos actos disfrazada de hecho coyuntural o de daños colaterales en pro de un bien mayor. Pero después uno se sigue preguntando ¿y ahora qué? ¿Y después de esta brutalidad, hacía dónde vamos, hacia dónde va Hiroshima? Hiroshima es una ciudad que ha recuperado su vitalidad, que posee una población cercana y llena de humildad individual y grupal, y que si no fuese por las placas conmemorativas y las calles en memoria de lo que ocurrió, jamás se pensaría que allí sucedió aquel desastre. Pero el museo, aunque acude a lo personal de sus víctimas y supervivientes, parece que deja estancada la mirada a aquel fatídico momento. Las salas dedicadas a los movimientos para la paz que se han realizado a lo largo de los años, ubicadas al final de la tercera y cuarta planta del Edificio Este, no son lo suficientemente impactantes, atractivas o instructivas como para responder a preguntas como ¿pero qué está pasando en la actualidad con el armamento militar atómico? ¿qué está sucediendo? ¿para qué sirvió Hiroshima? El día 6 de agosto Hiroshima desapareció y tuvo que volver a crecer, pero ¿la historia de su población también? ¿la carrera del armamento nuclear también?
En Nagasaki encontramos a escasos cien metros del museo dedicado a la explosión de la bomba atómica el Museo de Historia y Folclore y, en el centro de la ciudad, se puede ver el Museo de la Cultura Tradicional de la zona de Nagasaki. Dos museos que dan una visión amplia de la idiosincrasia del lugar. En ellos únicamente se refleja la cultura y la historia pasada y la que se está desarrollando en la actual Nagasaki.
El Atomic Bomb Museum de Nagasaki comienza directamente con el momento de la explosión. El tic-tac del reloj da acceso a una sala diáfana que ilumina por partes diferentes recreaciones de lugares en ruinas tras la explosión. Pero con un enfoque diferente. El panel que explica qué es la ruina lo explica por lo que fue y por la historia personal perteneciente a ese lugar. Un ejemplo de esto es la iglesia del barrio de Urakami, el barrio donde se encuentra el hipocentro de la explosión de la bomba. Nagasaki fue una ciudad donde las misiones cristianas fueron muy importantes durante los siglo XVI y XVII para la evolución cultural y económica de la propia ciudad. Los cristianos (japoneses y foráneos) llegaron a ocupar parte del poder administrativo de la zona, fueron perseguidos, y aniquilados. Este periodo es de suma importancia para comprender la ciudad y su población, antes y después de la explosión de la bomba atómica.
Al igual que en el museo de Hiroshima, el resto de las salas explican de forma didáctica[2] la creación de la energía atómica, de la bomba, la explosión y sus consecuencias, fundamentalmente los destrozos materiales y las consecuencias de la radioactividad. Los objetos personales también están presentes en el museo de Nagasaki, así como los testimonios con nombres y apellidos para enfatizar la idea de que las personas que allí perecieron y sufrieron la desgracia fue la población civil, ciudadanos corrientes. El mensaje en este sentido de los dos museos es que en aquellos dos momentos los únicos que perdieron fueron los seres humanos.
En cuanto al mensaje final del museo, el que intenta hacer reflexionar sobre el acontecimiento aciago y sobre la evolución del mismo, y que en el museo de Hiroshima no estaba del todo cerrado, en el museo de Nagasaki sí que existe un paso más. El final del museo, como sucede en el de Hiroshima, está dedicado a la evolución de la tecnología militar atómica de los diferentes países del mundo hasta la actualidad y de las diversas manifestaciones a favor de la paz y del desarme atómico, pero en este museo hacen hincapié en las pruebas atómicas que se han hecho y que se siguen haciendo, y en las consecuencias sobre los territorios y las poblaciones cercanas sobre las que se realizan. Hiroshima y Nagasaki fueron el comienzo; desde entonces se han realizado más de 2.000 detonaciones controladas, aunque únicamente nos lleguen noticias como las pruebas realizadas en el atolón Bikini, en Nevada o en la Polinesia Francesa. Y todos ellos con sus víctimas, con sus damnificados, o con sus consecuencias para los ecosistemas.
Al final de la exhibición cronológica que se realiza de estos hechos mediante paneles con imágenes y textos, dioramas y mapas, hay un pequeño anfiteatro para no más de quince a veinte personas, en el que se proyectan dos vídeos consecutivos, uno con una duración de cinco minutos y el otro de siete. Sin voz en off, sin narrador, con el texto justo en inglés y con el sonido natural de la filmación, el primero de los vídeos muestra las diferentes pruebas atómicos que se han realizado desde 1946 en alternancia con las diferentes cumbres internacionales para la paz y para el desarme[3] así como las manifestaciones sociales en contra de estas prácticas; y el segundo muestra de la misma forma visual las poblaciones cercanas a los lugares de esas pruebas atómicas, lo que padecieron y las consecuencias que arrastran hasta hoy día. Justo después de esto se encuentra la salida del museo quedando una lectura sobre el horror que sufrieron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki[4] y, por otro lado, la exclamación: “¡el ser humano sigue teniendo un problema sin solucionar!”


Óscar Navajas Corral
Profesor y Museólogo.

[1] La prefectura es la división administrativa de las regiones de Japón. En el caso español se podría equiparar a las Comunidades Autónomas.
[2] En ambos museos el público mayoritario es el de escolares. Las guías que poseen, más extensas que los meros trípticos, son cuadernillos enfocados a alumnos de entre 10 y 15 años, y una guía para los profesores.
[3] Es interesante ver cómo los mismos países que realizan las pruebas atómicas protagonizan las cumbres para la paz y el desarme.
[4] Menciono las dos ciudades porque es curioso que en el museo de Hiroshima la ciudad de Nagasaki y el lanzamiento de la segunda bomba atómica es apenas mencionada, mientras que en el museo de Nagasaki la catástrofe de Hiroshima es tan protagonista como la suya propia.

lunes, 6 de julio de 2015

La mirada del especialista


El museo es, ante todo, el lugar para descubrir, rescatar y reflexionar. Siempre acciones. El museo y su contenido son hablando sintácticamente nombres pero el público es verbo, es acción. Es el lugar para buscar respuestas y para aportar soluciones. Es, o debería ser, un espacio en movimiento, de movimiento social, cultural y de intelectualismo popular y académico. En definitiva, un territorio para el movimiento cultural, entendiendo lo cultural, lo culto, por colere de su raíz latina de cultivar, no en el sentido ilustrado de parcela social para una clase que posee el acceso a la educación y a una Cultura elitista.

¿Dónde vamos a encontrar lugares tan asépticos y, al mismo tiempo, tan simbolizados como los museos? ¿Dónde vamos a encontrar espacios tan maleables con una metamorfosis innata en sus mensajes y en sus virtualizaciones expositivas? Quizá las ciudades en su conjunto global puedan ser las que ofrezcan una realidad pareja a la del museo. Pero el museo para el turista, para el visitante o para el habitante es un lugar de lugares. Es algo más. Es la vitrina para descubrir un espectáculo y es un lugar para verse reflejado y comprender tanto lo que fuimos como lo que es posible que seamos. El pasado no existe como tal y sólo puede ser establecido por medio de procesos de pensamiento del presente y métodos de la ciencia histórica. Por lo tanto, una “reconstrucción” es básicamente imposible. Se trata siempre de aproximaciones a un posible pasado, nunca demostrable, es decir, como apreciaría Hans-Martin Hinz, una escenificación presente de conjuntos de circunstancias del pasado.

Como afirmaría Teresa María Scheiner el pasado se proyecta en el presen- te bajo la forma de representaciones mentales sensoriales, contribuyendo a formar “escenarios” donde el individuo se coloca como observador y/o personaje. El museo, como entidad social es el encargado de confirmar y reafirmar esas representaciones mentales.



El presente trabajo del Lic. Fernández Balboa tiende la mano a la reflexión del Museo como un lugar para la intervención social. En las páginas de Casas de cosas. Museos, Monumentos y sitios históricos de Argentina encontraremos el análisis de la institución museal como lugar de conservación e investigación de un patrimonio importante para una comunidad, pero también la invitación al lector para que participe y contribuya de ese análisis.

Entre las aportaciones que el lector podrá tomar de las páginas de esta obra, podemos destacar las continuas cuestiones que se plantean sobre qué es la institución museal y cuál es su destino para el presente y el fu- turo de las sociedades. Balboa deja siempre los capítulos abiertos, como una puerta entreabierta para que sea el propio lector el que participe con sus reflexiones sobre algo que fue el saber de todos, el Museion, hasta algo que es de todos, el Museo.


Óscar Navajas Corral


Reseña para: Casas de cosas. Museos, monumentos y sitios históricos de la Argentina, de Carlos Fernández balboa.

domingo, 21 de junio de 2015

De profesión: Museólogo.

Hace unas semanas el ICOM-España organizó su encuentro anual. Este año estuvo dedicado a la definición del profesional del museo, el museólogo, y su campo de conocimiento, la Museología.

Lo más interesante del encuentro no fue volver a reflexión sobre ese ser humano que orquesta dentro de un museo, que sirve para todo, que otorga la misma importancia para un servicio la calidad cuidar las instalaciones como dirigirlas, y que entiende que su labor cumple una función social de primer orden. La importancia del encuentro estuvo en plantear –abiertamente– cuál es la situación de nuestras instituciones museísticas, la situación de sus profesionales y el futuro que les depara.

En un magnífico post de Elena Vozmediano, «Obra y servicio. El empleo cultural», quien participó en una de la mesas redondas del Encuentro, está condensado la situación a la que nos enfrentamos. Todas las demandas, situaciones y «horrores» que aparecen en las reflexiones de Vozmediano, y algunas más, se volvieron a exponer el pasado …., de junio. Lo que nos queda es aportar soluciones.

La nueva directiva del ICOM-España se está poniendo a trabajar en estos temas, luchando contra la precariedad laboral y por construir equipos estable en nuestros museos. por su parte, nuestro Gobierno, ha aprobado la nueva oferta de empleo público, donde hay treinta plazas para el Cuerpo Facultativo de Conservadores de Museos. Una gran noticia, electoralista no cabe la menor duda.

Tenemos una red de infraestructuras culturales (museos, centros de arte, centro de interpretación, etc.) que demandan profesionales cualificados. Por suerte también tenemos profesionales cualificados y los que se siguen formando. Únicamente falta romper un sistema heredado desde mediados de los años noventa, cuando se pensaba, con razón o sin ella, que la externalización de servicios eran las soluciones para aliviar costes y para agilizar procesos. El problema es hacer una regla de casos puntuales. Seguramente no sea necesario tener personal fijo para determinados proyectos, pero no puede concebirse que una institución como un museo se trate como un proyecto cortoplacista.

Después de una década de bonanza y casi otra de crisis, continuamos sin entender que la gestión cultural no se trata de una labor de intentar ahorrar costes. La gestión de la cultura es la forma de hacer accesible socialmente las manifestaciones pretéritas y contemporáneas de la creación humana. Cualquier gasto que se haga en ella siempre retorna social, cultural y económicamente.


Las grandes cifras de visitantes únicamente justifican las memorias anuales de las instituciones y sirven, a los grandes museos por supuesto, para posicionarse en los circuitos turísticos. Pero la cultura no es la que se visita a golpe de cámara y en un tiempo record, sino que es la que hemos producido y la que producimos y vivimos día a día como individuos y como sociedad. Cuando dejemos de ver la cultura –y los museos– como una Industria conseguiremos que sea rentable.

Óscar Navajas Corral.